jueves, 23 de enero de 2014

Romances y romanceiras




Foto: Marta Marco
El romance es otra de las cosas que ha formado parte siempre de mi vida. Recuerdo desde que nací oir cantar a mi padre con su voz bien templada:

Francisco Ríos Pernales
estaba loco de alegría,
días antes de su muerte
su esposa tuvo una niña,
días antes de su muerte
en sus brazos la tenía:
- Hija de mi alma
ven aquí conmigo
que por ser yo un bandolero
tu a este mundo sin honra has venido,
pero no te apures, nena,
que este oficio dejaré
y fuera de España me marcharé.
¿Qué dices tú, Concha,....
Cantando el romance de García y Galán en Cienfuegos (Cuba)
Foto Aloma Rodríguez

Y enseguida alguno de mis hermanos o yo misma entraba a hacerle el duo. Era casi irresistible cantar.
Después, con muy pocos años, recuerdo a mi hermano Javier recitar de memoria algún romance que aprendía en la escuela:

Abenamar, Abenamar,
moro de la morería,
el día que tu naciste
grandes señales había,
estaba la mar en calma,
la luna estaba crecida,
moro que en tal signo nace
no debe decir mentiras.
- No te la diré, señor,
aunque me cueste la vida.

Yo me lo aprendía todo, claro.
Un día en mi libro de Lengua y Literatura apareció el romance del conde Arnaldos:



¿Quién hubiera tal ventura
sobre las aguas del mar
como hubo el conde Arnaldos
la mañana de san Juan?
Con un falcón en la mano..


Cito de memoria pero se me quedó grabado a fuego el final:

- digasme tú, el marinero,
digasme ora ese cantar.
- Yo no digo esta canción
sino a quien conmigo va.
Cantando el romance sefardí Una hija tiene el rey
No entendía nada pero me embobaba y despertaba mi curiosidad.
Más adelante quiso la fortuna que una amiga, Teresa, me regalara Flor Nueva de romances viejos y ahí, además de una maravillosa colección de romances, había unas cuantas partituras firmadas por E. Martínez Torner que me cautivaron:


En París está doña Alda,
la esposa de don Roldán.
cincuenta damas con ella
para la acompañar...

El colmo para mí fue descubrir musicalmente, literariamente ya lo sabía, que el romance vivía en variantes, y que mucha gente seguía cantándolos, estaba vivo. Fue como una revelación que me enganchó y me subió a su rueda: pasé a ser una de esas personas que cantaban romances: una romanceira o romancera.

sábado, 11 de enero de 2014

Raquel

        Hubo una vez un tiempo en mi vida en el que me tocó convivir con una ángel. Se llamaba Raquel y llegó justo cuando lo necesitaba: apareció para introducirme en el "Viaje Medieval" y conducirnos a través del Romancero carolingio a Belgrado y a Zagred para inaugurar las sedes del Instituto Cervantes en el año 2002.

         Conviví con ella un par de años pues después montamos junto con Eugenio y Luis Felipe, unas navidades en un local a 0ºC el Entremés de las Fuentes con el que anduvimos otro año por esas tierras.
No he conocido persona más alegre y eficiente, no se le ponía nada por delante y nunca se contrariaba por las adversidades de la vida, para ella no existían: eran pasos, procesos, cambios.

         Cuando se fue tan súbitamente, sin darnos tiempo a reaccionar, comprendí que ella sabía de la fugacidad de la vida, sabía que le había tocado vivir poco tiempo y tuvo la sabiduría de dejarnos a su hijo Mircha que sin duda ha heredado su lucidez y su alegría.
          Ya me dirás si te gusta el blog, seguro que me lo harás saber.