viernes, 24 de agosto de 2012

Chicho Sánchez Ferlosio

      Chicho Sánchez Ferlosio con Carmen Orte en La Taberna Encantada   Foto: Pilar Trillo




                                                                   
Si las cosas no fueran
tan enojosas,
si quedara más tiempo
para otras cosas
que no fueran andarse
desesperando
y abominar del mundo
de cuando en cuando
a tu vera, hermana mía,
¡cuántos ratos
pasaría!.


Lo recuerdo en Madrid, en La Taberna Encantada, donde actuábamos. Siempre sonriente, aparéntemente ensimismado pero captando todo en un instante. Después, en el sótano del mismo local desmenuzando para mí la canción "La gracia nevando" que con texto de Agustín García Calvo él había musicado magistralmente y enseñándome a cantarla con todo detalle.
Lo recuerdo en la sala Oasis de Zaragoza, en los Encuentros de música folk, en los que actuó como colofón de la primera sesión con Rosa, su compañera, y la cara tan cómica que ponía al cantar algunas de sus canciones; parecía un niño haciendo una trastada: las Coplas retrógadas, La Ley, ...
Recuerdo en otra ocasión en Madrid, enfadado cuando le trajimos de Chile, creo, o de Argentina, una cassete en la que venían varias canciones suyas, en concreto Hay una huelga en Asturias y Gallo negro, gallo rojo, como si fueran tradicionales españolas; claro, lo que para mí era un orgullo por aquello de que llegaba a ser tradicional y tal, para él era dejar de cobrar los derechos de autor, ja, ja, ja, ... Como si a Chicho le importaran pero claro, de algo hay que vivir.
Lo recuerdo también en la barra del Elígeme, en Madrid en el que actuamos años después, cuando acababa de salir de una operación delicada y ya no se encontraba tan bien.
Y  por supuesto recuerdo el día en que lo conocí, en su casa de Madrid donde nos recibió acostado en una inmensa cama de la que no se levantó en todo el rato, que fue bastante pues la conversación se extendió. Así que entendí esta canción y la incorporé a mi repertorio, y siempre que la canto es un éxito: muchas gracias, Chicho.


Una cosa hay bien segura:
hoy no me levanto yo.

Tengo sabanas y mantas,
buena almohada y buen colchón,
tengo tabaco y cerillas
y buena imaginación
y aquí en la cama he llegado
a la clara conclusión
de que pase lo que pase
hoy no me levanto yo.

Cerca ya de medio día
entran en mi habitación
mi marido y mi cuñado
y mi hija la mayor
y mi suegra con su hermano
que está en casa de pensión
y confirma mi designio
constatar su irritación
cada vez que les repito
que hoy no levanto yo.

Hablando todos a un tiempo
reclaman una razón;
no tengo molestia alguna,
ni tampoco desazón,
no me ha despertado el niño,
he dormido de un tirón,
digerí bien la fabada,
pesadillas no señor,
pero aquí estoy en la gloria
y hoy no me levanto yo.

Mi marido me amonesta
con paciencia y con amor.
Mi suegra, más duramente,
mi hija desapareció
y me trajo un té con leche
y unas lonchas de jamón.
Yo me tomé el te con leche,
me arrellané y dije: "no,
dejadme por imposible
que hoy no me levanto yo".

Por fin les dije: "Aunque vengan
gobierno y oposición,
la televisión y prensa
y el cabildo en procesión,
policías y alguaciles
que mande gobernación
y las propias feministas
me envíen su excomunión,
aunque vengan Dios y el diablo
hoy no me levanto yo".

Hoy se nace con el sino
de actuar por actuar.
La gente anda arrebatada
y no se pone a pensar
que hay veces que el levantarse
se lo puede uno saltar
y aunque a nadie le hagas falta
allí te vienen a hurgar.
Pues por mí que canten misa:
no me pienso levantar.


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