jueves, 20 de octubre de 2011

Fundación

Cantando en la c/ la Soledad de Badajoz
Para saber de mi llegué a estas cimas,
me reconozco en los demás y dentro de mi
me desconozco,
y tengo que llegar otra vez a mí mismo
fundándome otra vez
para ir a ti de mi.
Tú, que me pides
lo que no puedo darte,
acaso este vacío
de corazón,
la mente dando vueltas a una rueda que gira,
que gira, gira y gira
sin más oficio que espantar el sueño.

Del disco "Poemas de Rosendo Tello al compas de la música" el poema musicado Jamas sabré por dónde.

viernes, 14 de octubre de 2011

Unidad en ella

Foto J.C. Vidarte
¡Qué maravilla!


Unidad en ella
                  de La destrucción o el amor

Cuerpo feliz que fluye entre mis manos,
rostro amado donde contemplo el mundo,
donde graciosos pájaros se copian fugitivos,
volando a la región donde nada se olvida.

Tu forma externa, diamante o rubí duro,
brillo de un sol que entre mis manos deslumbra,
cráter que me convoca con su música íntima,
con esa indescifrable llamada de tus dientes.

Muero porque me arrojo, porque quiero morir,
porque quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera
no es mío, sino el caliente aliento
que si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo.

Deja, deja que mire, teñido del amor,
enrojecido el rostro por tu purpúrea vida,
deja que mire el hondo clamor de tus entrañas
donde muero y renuncio a vivir para siempre.

Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo,
quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente
que regando encerrada bellos miembros extremos
siente así los hermosos límites de la vida.

Este beso en tus labios como una lenta espina,
como un mar que voló hecho un espejo,
como el brillo de un ala,
es todavía unas manos, un repasar de tu crujiente pelo,
un crepitar de la luz vengadora,
luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza,
pero que nunca podrá destruir la unidad de este mundo.





Sé todos los cuentos

Sé todos los cuentos
Me he pegado muchos años aprendiendo cuentos, canciones, romances, cuentos cantados. Es una de las cosas que más me gustan en la vida y para la que estoy bien dotada, tengo ese tipo de memoria: se me graban y ahí se quedan para siempre aunque muchas veces cuando salen, salen modificadas; formo parte de la tradición oral.
Un día cayó en mis manos un disco de Adolfo Celdrán en el que había un poema musicado de Leon Felipe que decía:

Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan solo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos...
Que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos...
Que el llanto del hombre lo taponan con cuentos...
Que los huesos del hombre los entierran con cuentos...
Y que el miedo del hombre
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Pero me han dormido con todos los cuentos,
y sé todos los cuentos.

¿Hay quien dé más?

jueves, 13 de octubre de 2011

La rueda de la Fortuna

Foto: Juan Carlos Vidarte 
No soy una experta en dioses, no sabría decir apenas sobre mitología, pero te aseguro que la rueda de la Fortuna me lleva zarandeando toda mi vida. Me propongo algo y llega ella y me cambia el rumbo. No puedo ni protestar porque el nuevo cariz que toman las cosas me apasiona.
Llegan otros tiempos e intento retomar el sentido práctico, el académico, el habitual, y cuando parece que lo estoy consiguiendo de nuevo gira y me lo desbarata.  Adivina mis deseos más ocultos, esos que ni yo quiero reconocerme a mi misma.
Por eso ya no la tomo muy en serio, sé que me quiere y me trata bien y me esfuerzo por estar a su altura. Me pregunto a veces: ¿qué querrá?, volverme loca no, en absoluto, es muy seria, es una fuerza que mueve el mundo. Así que la dejo hacer y me instalo en su rueda, me acuerdo de la canción "... si naciste pa martillo del cielo te caen los clavos..." y me intento relajar aunque a veces la posición sea incómoda. Recuerdo a esas personas que he visto alguna vez en la televisión que se pegan horas, días, sobre una cama de clavos, respiro con la barrigota, como le digo a mi niña, y ...consigo relajarme. Al fin y al cabo sigo el hilo, me mantengo a flote, para mí, para otros estaría... ¿loca?, ¿en la luna?, ¿sería una pobrecita?...
En mi ayuda llega siempre Leon Felipe diciendo:

Bacía, yelmo, halo,
este es el orden, Sancho.

Y me relajo, esas palabras sosiegan mi corazón como un bálsamo. Aunque el sentido ¿común? diga una cosa, yo sé que la razón está conmigo y puedo disfrutar y ser feliz.

martes, 11 de octubre de 2011

encrucijadas

Para que bebamos la rubia cerveza del viejo pescador Schiltigheim.
Para que amemos Carcassonne y Chartres, Chicago y Quebec,
torres y puertos.
....
Para que bebamos la rubia cerveza del viejo pescador Schiltigheim, es necesario no asustarse de partir y volver, camaradas, estamos en una encrucijada de caminos que parten y caminos que vuelven.        Raúl González Tuñón
Alejandra Ramirez, Luis Felipe Alegre, Carmen Orte y Adolfo González en Buenos Aires.

Me siento parte de esa red de caminos. Estuve en Argentina por primera vez a finales de 1988, en Buenos Aires, en Necochea; la crucé para llegar a Mendoza
y atravesé los Andes y llegué a Santiago de Chile. Subí hasta Antofagasta y de ahí por Arica entré en Bolivia, conocí La Paz y pasando por Oruro regresé a Argentina: Salta, Córdoba, Rosario y de nuevo Buenos Aires. En tren, en autobús,...Ese viaje que duró 4 ó 5 meses me cambió la visión del mundo.
Durante varios años, hasta 1993, frecuenté América: Buenos Aires, Rosario, La Habana,Camagüey, Ciego de Avila, Santa Clara, Nueva York, Boston, Bufalo,..
No volví hasta el 2008, y regresé el 2009 y el 2010 a Argentina, me sentía como el del tango:
..que veinte años no es nada...
Se da la circunstancia de que en Buenos Aires me siento como en mi casa, salvando las distancias. Siempre pienso que si por alguna de esas cosas de la vida no pudiera vivir en España, me gustaría vivir allí. Entiendo perfectamente que las personas, los españoles, se exiliaran o se marcharan allí; claro que no conozco Méjico, ni Puerto Rico, ni Milagros,...tantos lugares.
El último viaje que hice fue en el 2010 y quiso la fortuna que viniera a vernos actuar el hijo menor de Raúl González Tuñón, Adolfo González, al que tuve ocasión de saludar, incluso de fotografiarnos juntos. Y me llenó de orgullo, me inflaron como a una pelota sus palabras cuando recordó que había asistido a una actuación mía, nuestra, de El Silbo Vulnerado, en aquel primer viaje, que hicimos en la inauguración de una biblioteca que llevaba el nombre de su padre.

lunes, 10 de octubre de 2011

Ausencia

Cuando de nuevo llega la muerte de sopetón, siempre resuenan en mí los ecos de Jorge Manrique:

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
.....
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nascemos,
andamos mientras vivimos
y llegamos
al tiempo que fenescemos;
así que cuando morimos,
descansamos.

A mis oídos llegaron cuando tendría diez u once años y nunca he encontrado mejor manera de expresar esos sentimientos.
También acuden a mí los sonidos de El enamorado y la muerte:

¡Ay, muerte tan rigurosa!
¡Déjame vivir un día!.
Un día no puedo darte,
una hora tienes de vida.

Y me asombra que nuestra sociedad no reaccione ante la evidencia y ....
y entonces me viene a la cabeza Juan del Enzina:

Hoy comamos, y bebamos,
y cantemos y holguemos,
que mañana ayunaremos.

Acude en mi auxilio Miguel Hernández:

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma tan temprano.

Cantarina llega la voz de Agustín García Calvo:

Nadie la llama y viene como el viento,
saberla nadie la sabe porque no tiene,
no tiene nombre....

viernes, 7 de octubre de 2011

Todo pasa y todo queda

Me gustaría hablar sobre lo precario y la precariedad, palabras que continuamente se escuchan y que a mi a veces me confunden.
Claro, yo como cualquier ser humano, ansío seguridad, tanto en lo físico como en lo psicológico pero la vida me va enseñando que eso es una falacia, algo irrealizable en todos los sentidos: "que paren el mundo, que me bajo", decía...¿un chiste?. Es imposible, la materia misma está en continuo movimiento; uno piensa que en la tierra (no en el mar) puede estar quieto pero es mentira, el suelo se puede abrir a nuestro paso en cualquier momento y sobre nuestras cabezas puede caer cualquier cosa: un cascote de nuestra propia casa, una piña de un pino, una rama de un árbol o...Y hay que vivir con eso y ser una persona normal ...
Entiendo muy bien a esos antepasados nuestros que pasaban el día mirando al cielo continuamente, y a esos que vivían mirando al suelo, o al horizonte o ...las paredes de su propia celda. Y me admiro cuando leo que ha habido gente como Miguel Hernández que dentro de una prisión ha sido capaz de escribir:
"Libre soy, siénteme libre
solo por amor ..."
o
"No, no hay cárcel para el hombre,
no podrán atarme, no,
este mundo de cadenas
me es pequeño y exterior.
¿Quién encierra una sonrisa?,
¿Quién amuralla una voz?
Y entonces, cuando vuelvo a pensar en la precariedad y todo ese rollo en el que vivimos ahora, con todos los medios de comunicación hablando de los mismo, reflexiono y me acuerdo de mis padres. Ellos nacieron en 1922 y 1923 y vivieron el infierno de la guerra de muy niños y murieron a principios de siglo en una época de tranquilidad y bonanza, pero nunca perdieron de vista el valor de las cosas y de las personas y eso nos enseñaron a sus hijos: cuidar las cosas, mimar a los amigos, la hospitalidad es sagrada, la comida no se tira, la discreción, procurar no molestar a los demás, no derrochar, en fin una serie de consejos que durante un tiempo parecieron pasados de moda.
En este mundo de locos en el que parecemos vivir ahora, yo les agradezco cada día el haberme abierto los ojos para ver la vida de esa manera: para mi la amistad es lo mejor de este mundo, mis amigos haga lo que haga, siempre me querrán; la honradez, ser fiel a uno mismo es la base de la vida. Y el amor es el motor que mueve el mundo, aunque sea a trompicones. Vicente Aleixandre lo expresó muy bien: La destrucción o el amor.
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martes, 4 de octubre de 2011

Crepúsculo de invierno


Hojeando una Antología de la poesía modernista seleccionada por Angel Crespo de Ediciones Tarraco, 1980, me encuentro con este poema de Enrique Díaz Canedo que nació en Badajoz en 1879 y murió en Méjico en 1944. 


Crepúsculo de Invierno 

La muerte lenta de la tarde fría 
llena la estancia de melancolía.
Los leños salpicados de reflejos
salpican muebles y tapices viejos.
Un reloj soñoliento da la hora:
las cinco; y cada campanada llora.
Junto al hogar un galgo; no se mueve;
sus costillas se acusan en relieve.
Alza de pronto la cabeza fina:
se ha movido el carmín de una cortina.
Da paso la cortina blasonada
a un hidalgo de ascética mirada.
Se asienta en un sillón de tonos rojos.
El perro fija en él sus vítreos ojos.
¿Qué viejas cosas recordarle quiere?...
Se carboniza un leño. El día muere.